domingo, 6 de mayo de 2012

Luis García Montero - Un invierno propio

Esta mañana, cuando la lluvia baña los bancos y la ciudad se muestra difusa al otro lado de los cristales, me acuerdo del invierno ya pasado y del último poemario de Luis García Montero: Un invierno propio, publicado en la colección Palabra de Honor de Visor en 2011. Echo mano de algunas anotaciones que hice durante la lectura, algunos versos sueltos que disparan la imaginación como si los leyese por primera vez: «Cuando cierro los ojos soy dueño de un desnudo» (en «Los secretos saben la verdad, toda la verdad, pero algo más que la verdad»); «agradezco a la vida / la ocasión que me ha dado de mirarte» (en «Hay hombres que parecen un paisaje»); «Largas noches de amor / para beber la lluvia de los amaneceres / que dibujan un círculo con dos cuerpos en medio» (en «La memoria se rompe como un mástil»); o «ningún silencio reina / sin temer el momento de romperse» (en «Las revoluciones son un asunto propio»). Ahora que sólo las gotas del cielo rompen el silencio de la habitación, quiero hablaros de este libro. 

Meléndez Valdés escribió que «el invierno es el tiempo de la meditación», y aunque no sea éste el libro que Luis García Montero encabeza con esa cita, creo que aun así la toma como punto de partida. Porque Un invierno propio es el testimonio de alguien que se sienta, resguardado del frío, a reflexionar, a darle vueltas a las palabras, a cumplir con el oficio del poeta: pensar que la poesía es el momento en que las palabras pasan de las palabras a los hechos, como declaró él mismo en una entrevista. 

En las entrañas de este libro encontraremos unos cuantos versos de los que hacen mella, y por supuesto, algunos poemas de los que ya no nos abandonan, con títulos que alcanzan la categoría de proverbios. Sin embargo, en mi caso han sido más los versos de acero que los poemas de oro: me ha dolido comprobar que algunos textos no estaban a la altura de Habitaciones separadas (para mi gusto, su mejor libro). Pero como no se puede comparar, porque cada obra tiene su valor, que es mucho, hay que decir que siempre es un placer escuchar su voz impresa: eso es, en fin, la poesía de Luis García Montero. 

Animo, pues, a la lectura a quien aún no se haya asomado, ya que la mayor parte del libro —aunque sólo sea por el verso más acertado o por el título proverbial— no lo dejará insatisfecho. Doy fe de ello.

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