viernes, 25 de octubre de 2013

Gabriel García Márquez - Memoria de mis putas tristes (2004)

Todo buen lector conoce, al menos en un par de títulos, la obra de uno de los grandes escritores hispanoamericanos del siglo XX, uno de los protagonistas de lo que se dio en denominar el boom de la novela a mitad de siglo, la llegada a España de los nuevos narradores latinos. La contribución de Gabriel García Márquez a nuestra cultura ha sido bastante significativa: Premio Nobel de Literatura, su narrativa abarca desde el cuento, pasando por la novela corta, hasta una colección de novelas de aliento entre las que destacan Cien años de Soledad y El amor en los tiempos del cólera. Hoy os vengo a hablar de su última obra, una novela corta titulada Memoria de mis putas tristes, de deliciosa lectura debido a su eufonía.

El protagonista es un periodista que el día antes de cumplir noventa años decide contratar los servicios de una prostituta virgen y adquiere hacia ella un amor paternal lleno de ternura. De ese regalo surge el descubrimiento de un sentimiento nunca antes experimentado en su vida: el amor verdadero, casto y puro, que no se parece en nada al deseo que conoció en su juventud. Y entre escenas de dulce amor e intentos vanos de tener relaciones sexuales, asistimos a una búsqueda interior en la que el personaje siente la necesidad de proteger a tan indefensa criatura, sin dejar de lado los celos por el hecho de que alguien pueda poseerla en el mismo antro. 

El poema de amor que podemos considerar esta obra desarrolla, sin pecar de cursi ni de lacrimógeno, los sentimientos de un hombre que en la senectud experimenta el descubrimiento del amor y la proximidad de la muerte. Sin embargo, aunque como novela no pasa de mera anécdota, tiene tres aspectos que en mi opinión salvan la obra: la recuperación del romance de Delgadina y una plasticidad en la prosa que embellece las características del personaje. La tercera aportación para salvar la novela es esa clase de puer-senex a la inversa: es Delgadina la encargada de proporcionar un nuevo conocimiento al anciano, a quien todos conocen como el Sabio. Resulta especialmente interesante este último aspecto porque es la prueba de cómo una historia superficial puede adquirir universalidad en cuanto que es una búsqueda de la inteligencia.

En resumen, estamos ante una pieza breve de la que se puede extraer mucho jugo, tanto ácido como dulce según la lectura que emprendamos. No es, con todo, la mejor obra del escritor colombiano, pero ello no quita que merezca, como mínimo, una cata. 

2 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Me ha gustado mucho tu reseña. Jorge.
Estoy de acuerdo que no es su mejor obra, pero sí es una buena obra, una muy buena obra, absolutamente recomendable. Y es que la prosa de García Márquez siempre merece una visita atenta.
Un abrazo.

Jorge Andreu dijo...

Isabel, coincidimos entonces en que esta novela merece una lectura. Yo recomiendo leerla en voz alta, es algo que algunas veces da muy buenos resultados. Cada frase es como una pieza musical cuyo eco conviene escuchar.

Muchas gracias por tu comentario, tan puntual como siempre.

Un abrazo,

Jorge Andreu