domingo, 17 de noviembre de 2013

Juan Eduardo Zúñiga - La trilogía de la guerra civil (2011)

Existe una tendencia, de sobras conocida, de recuperar de la memoria los restos de lo que ha sido el episodio más cruento de la Historia de España: la Guerra Civil Española y sus consecuencias, que en gran medida arrastramos hasta hoy. La labor de Juan Eduardo Zúñiga es decisiva en lo que respecta a la literatura española que ha trabajado ese periodo de vidas y muertes, ya que en los tres libros recientemente recogidos en un único volumen da cuenta de multitud de situaciones que ofrecen un fresco de los acontecimientos vividos por aquellas personas que se encuentran en lo que Unamuno llamara la intrahistoria. Tres son, pues, los momentos que abarca esta trilogía: los primeros meses de enfrentamiento, la inminente derrota del bando republicano y los años del miedo inmediatos al final de la guerra. 

Bajo el título de La trilogía de la guerra civil, el presente volumen reúne los libros de relatos Largo noviembre de Madrid (1980), Capital de la gloria (2003), que ganó el Premio Nacional de la Crítica y el Premio Salambó, y La tierra será un paraíso (1989), siguiendo el orden cronológico de los acontecimientos tratados. Nos encontramos, pues, ante un conjunto de nada menos que treinta y cinco relatos —dieciséis, diez y siete, más otros dos incorporados en la nueva colección—, en los cuales el autor moldea una serie de personajes envueltos por el miedo, el peligro y la incertidumbre que supusieron los años de la guerra y posteriores. 

Escritos en un estilo poético, con una prosa de largo aliento que desgrana poco a poco, sin pausa y con los pormenores del pintor más detallista, los rasgos de un personaje que adquiere carácter universal conforme avanza la acción, estos trozos de realidad filtrados por el lenguaje hacia el ámbito de la ficción consiguen estremecer, en más de un caso, a los lectores más sensibles. Su lectura requiere una concentración especial por los pormenores de cada frase, las cuales no dejan una sola palabra en el tintero ni permiten que otras resbalen de la trama. Así son en su mayor parte los relatos que se ocupan de los meses iniciales de la guerra y de la inmediata posguerra, tal vez por eso de resumir en pocos impactos el estallido general y el eco que resuena en las conciencias de los vencidos. Valgan ejemplos como «Noviembre, la madre, 1936» o «Interminable espera», donde la narración adquiere tintes de monólogo interno cuya fluidez arrastra por los recovecos de una sintaxis abrumadora que deja sin respiración a los lectores, en un suburbio de palabras tan punzantes como las imágenes plasmadas. 

Por otro lado, cabe destacar la calidad de las metáforas que cada relato esconde y que requiere, eso sí, mucha atención: los casos de «Calle de Ruiz, ojos vacíos», sobre un ciego abandonado en mitad de un bombardeo, «Un ruido extraño» y el ambiente que lo acompaña con manos manchadas, o el extenso «Camino del Tíbet» sobre las reuniones clandestinas, arrojan situaciones que enseguida se convierten en objeto de reflexión desde múltiples perspectivas. 

Sin embargo, si he de escoger entre los tres volúmenes, creo que los mejores relatos se encuentran en el más tardío Capital de la gloria, que centra su atención en los últimos momentos de la guerra. En este libro sí que encontramos verdaderas joyas narrativas como «Rosa de Madrid» —en mi opinión, el mejor relato de la trilogía, con muchas lecturas, metáforas y una precisión de lenguaje envidiable— o el estremecedor «Las enseñanzas», donde aparece una cita que reproduzco para terminar y que bien podría resumir no sólo la trilogía completa, sino el sentimiento que una vez envolviera a todo un país dividido en enemigos: «Esto es la guerra, hijo, para que no lo olvides».

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