Para mi abuelo Sebastián,
que me dio el saber
MIENTRAS TU SUEÑO AJADO Y DOLOROSO
nos dice adiós con su ronquido incierto
en esta habitación que es un desierto
de arenas movedizas en reposo,
tú que fuiste tan grande y tan hermoso
como el árbol que diste a nuestro huerto,
tú que fuiste tan mágico y despierto
como el fruto de su ramal frondoso,
tradúceme el amor a subjuntivo,
ahora que tu voz es del pasado,
para que no haya muerte en mi memoria,
pues muere más quien sufre de estar vivo
dejando atrás el tiempo derramado
en el lecho podrido de su historia.
Jorge Andreu